Lunes 1:30 a.m.
Dejo el prólogo del libro.
A todos, un gran saludo.
A todos, un gran saludo.
Desde los escritores de fuera hasta los que oxigenan en nuestros tiempos y nuestra tierra hay algo que coinciden -tal vez porque siguen discursos o porque la sinceridad es mucho más fuerte que la vanidad- al mencionar que existe un sufrimiento en el momento de crear un cuento y una gran satisfacción al terminarlo. Uno porque dejan parte de sí, que, en cada palabra, cada oración y cada párrafo hay algo que lo va desmembrando y el texto empiece a tomar personalidad, al del creador, como el personaje al que Poe decidió postergar su nombre y sencillamente la selló con Ella, en El Retrato Oval. Y como el arte es celoso, que así aluden muchos, es de buen sensato no dejarlo ni respirar, mas exprimirlo porque su néctar es interminable y exquisito.
Ezra Pound, poeta y crítico estadounidense, escribe: "Concededme una pequeña cigarrería o dadme un oficio cualquiera / Que no sea este maldito oficio de escribir / en que hay que exprimirse el cerebro". Lo que trata de hacer, de repente, es que tendenciosamente se cree un icono en el escritor. Si es así, por qué el hombre vuelve a un oficio que en estas fechas el papel está pasando al archivo de la historia mental, al recuerdo, y el futuro del escritor es cada vez más incierto… por qué vuelve; donde éste oficio tiene mucho egoísmo, ya que en el momento de aceptar ser escritor uno debe tener la idea clara, que un día alguien que ama necesite de su ayuda y no pueda brindarle, porque éste trabajo corta todos los brazos, no únicamente espirituales sino también económicos, en muchos casos. Como escribe Márquez, en Vivir Para Contarla, cuando su madre hablaba con su vecino de Aracataca, el doctor Alfredo Barboza, y él contesta sobre el oficio de escribir: “Es algo que se trae dentro desde que se nace y contrariarla es lo peor para la salud —dijo él. Y remató con una encantadora sonrisa de masón irredimible—: Así sea la vocación de cura.” Pero cómo saber que uno tiene esta vocación y, también, cómo saber si no la tiene y, sencillamente, que por mero capricho de seguir un icono uno se arriesga entregándolo todo para luego terminar rompiendo con cinceles su quimera. Sólo las páginas de los libros tienen vuelta, la de la vida, no.
Sólo las páginas de los libros tienen vuelta, la de la vida, no; ésta misma frase que escribió Saramago el 20 de setiembre del 2008, nos explica que cada acción nuestra tiene que ser medida y estudiada, también nos encadena a una infinidad de recuerdos donde vamos cayendo y reciclamos cuando aceptamos que el presente nos postergó. Y que los libros están sellados de muchos presentes y el lector puede recorrer la cantidad de veces que desee, como el pause, retroceso y play de una película. Este libro, “El secreto de tu nombre”, son recuerdos reciclados, pausados de una época juvenil; unidos con la ficción literaria; en la que, al recorrer sus letras, al darle play, sus personajes toman vida para perderse en historias donde encontramos sentimientos tal vez postergados o presentes, como el amor puro que marca toda nuestra existencia.
La Dra. Anabel Sáiz Ripoll, escribe un ensayo sobre la literatura juvenil en la que enfatiza el trabajo de algunos escritores que se preocupan por los jóvenes de la etapa adolecente, es tal vez decir que éste trabajo, como pocos en nuestra ciudad, está direccionado a un público y que el escritor “Nilo Bécquer” es consciente de ello. Aparte de dejar experiencias conoce bien hacia dónde va su trabajo. Sólo las páginas de los libros tienen vuelta, la de la vida, no. Y en estas páginas está una etapa y una vida.